Discoverkaizen con Jaime Rodríguez de Santiago
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kaizen con Jaime Rodríguez de Santiago

Author: Jaime Rodríguez de Santiago

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kaizen está hecho para curiosos compulsivos, un podcast sobre aprendizaje continuo en el que te acerco a ideas, técnicas y personas fascinantes que nos permiten entender el mundo cada día un poco mejor.

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278 Episodes
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📝 Notas completas y enlaces del capítulo: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/240-modelos-mentales-22-cine-rashomon-kuleshov-y-otros-chicos-del-monton/Empezamos la temporada con una de las series más queridas de este podcast: los modelos mentales. A lo tonto, llevamos 21 capítulos sobre el tema. Y, claro, 21 capítulos dan para mucho. Hemos hablado de modelos mentales nacidos en la economía, la biología, la física, las matemáticas, la ingeniería, el mundo militar, la filosofía y hasta la política —incluso ahí hay cosas que aprender. Llegados a este punto, la verdad es que cada vez me estaba costando más escribir nuevos capítulos sobre el tema, uno se va quedando sin cosas que contar… hasta que este verano tuve una idea. Una idea un poco loca: ¿Y si tratamos de buscar modelos mentales en el mundo del arte? Y como se me ocurrió viendo una película, la pregunta de hoy es…¿Qué modelos mentales podemos aprender del cine? Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
Siempre digo que el podcast cumple una función casi terapéutica para mí. Pues, después de estas vacaciones, más aún. Y es que la depresión postvacacional es mucho menor si hay kaizen :) ✉️ Suscríbete a la newsletter de kaizen❤️ ¿Te gusta kaizen? Apoya el podcast uniéndote a la Comunidad y accede a contenidos y ventajas exclusivas Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS COMPLETAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/172-el-misterio-de-la-vida-i-la-tierra-y-el-efecto-perspectiva/)Me ha dado por terminar la temporada de kaizen con un tema sencillito. Porque, sí, éste es el último capítulo de esta quinta temporada. Después empezarán mis vacaciones y kaizen y yo volveremos en septiembre. Pero algo me dice que con el de hoy nos vamos a llevar mucho para digerir durante estos meses.Y es que hay tanto que damos por sentado que muchas veces nos es difícil ser conscientes siquiera del milagro que es todo lo que nos rodea. Y no lo digo en el sentido religioso del término, aunque si hay algo que a mí, que no soy creyente, me llevaría a creer sería eso. Digo lo de milagro en el sentido casi matemático. Porque sea cual sea la explicación científica de que estemos aquí, en este planeta, vivos, comunicándonos y haciendo todas esas cosas que hacemos los humanos, que nos parecen tan importantes en nuestro día a día y que, sin embargo, pierden cualquier lógica cuando uno toma distancia; si hay algo que explique todo eso, sea lo que sea, parece que sólo se sostiene en que vivimos en un Universo de un tamaño y una edad inimaginables para nosotros, pero lo suficientemente descomunales como para que se acumulen todo tipo de improbabilidades.Tal vez haya vida en otros planetas. Quizás esta canica azul no sea la única habitada en nuestro descomunal y vacío universo; pero lo que es seguro es que al menos ésta lo está. Que nosotros estamos aquí, también en ese descomunal y vacío universo. Y la pregunta que a mí me sale es casi tan descomunal: ¿de dónde demonios venimos los humanos? Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS Y COMPLETAS DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/171-doce-aprendizajes-de-una-decada/) El de hoy es un capítulo más personal de lo habitual. Por decirlo de alguna manera no es «de los de aprender». O no al menos como habitualmente. Porque se me han acumulado algunas cosas de las que quería hablarte antes de que la semana que viene termine esta temporada del podcast y yo me tome un muy necesario parón veraniego (al menos para mí) y he pensado en juntar todo ello en este capítulo, casi a modo de popurrí. Y es curioso, porque hace ahora cuatro años casi exactos publiqué uno similar, en el que te contaba que dejaba BlaBlaCar y cambiaba de trabajo. Y aunque en algunas cosas los capítulos se parezcan, la película ha cambiado bastante en este tiempo. Por aquel entonces yo tenía novia, aunque no vivíamos juntos aún, y había lanzado tres meses antes un podcast, éste, que apenas tenía unas 500 descargas por capítulo. Y creía, además, que tras la época de maravillosa locura que había sido BlaBlaCar, mi vida se iba a tranquilizar un poco. Me equivocaba. En lo profesional, aterricé en una empresa que se llamaba mytaxi y que un mes después cambió de nombre a FREE NOW. Llegué como Director General para España y con algunos retos interesantes, tanto en el equipo como en el negocio. Y apenas 10 meses después, cuando ambas cosas estaban bastante encauzadas, llegó la pandemia. Resulta que si tu negocio consiste en mover personas y nos tenemos que encerrar todos en casa, pues por lo que sea se complica la cosa un poco. Mira tú. Pero salimos adelante, y el caso es que una pandemia, una fusión empresarial, tres jefes, cuatro puestos distintos y unos cuantos viajes después, acabé siendo Director General para el oeste y sur de Europa, o lo que es lo mismo, para Reino Unido, Francia, Italia, Portugal y España. Una mezcla curiosa. Bueno, pues eso era hasta la semana pasada, que fue mi última en FREE NOW. Ha sido una experiencia muy intensa, pero muy bonita, de la que me llevo la alegría y el honor de haber trabajado con mucha gente increíble. Por otro lado, y mucho más importante, aquella novia de hace cuatro años y yo nos fuimos a vivir juntos pocos meses antes de que llegara esa misma pandemia. Bueno más bien se vino ella al piso en el que yo vivía y que era estupendo para una sola persona o incluso para dos que trabajaran todo el día en una oficina. Pero que quizás era ligeramente pequeño para estar ambos encerrados primero y teletrabajando después. A pesar de ello, no sólo no nos matamos, sino que hace ahora poco más de un año descubrimos que íbamos a ser padres. Así que dos años y pico teletrabajando desde la misma mesa en la que comíamos, unas obras más largas que las de El Escorial en mitad de la serranía de Cuenca, un embarazo, una mudanza, una boda y un parto después, aquí estamos, con una pequeña dictadora de casi cinco meses de edad gobernando nuestra casa. Y esto sí que es para toda la vida. Y en cuanto a ese podcast que empezaba hace algo más de cuatro años, pues posiblemente sepas que se me fue un poco de las manos. Lo que eran unas 500 descargas por capítulo en la semana de estreno son hoy unas 12.000. En total, cerca de cuatro millones y medio de descargas en cinco temporadas casi completas, distribuidas en 171 capítulos. O lo que es lo mismo, unas 72 horas de contenido. Como si me pusiera a hablarte, sin parar, durante tres días. Y por si me quedaban cosas por decir, con un libro recién publicado y con esa gamberrada que hacemos mis queridos Javier González Recuenco, Cris Carrascosa y yo. Y así llegamos al día de hoy, sin trabajo, con una hija recién nacida, unos cuantos proyectos paralelos y una pregunta que todos nos hacemos a veces: ¿y ahora qué? Y la verdad es que no lo sé. Es una pregunta que me hago desde hace tiempo y aún no tengo respuesta. Hay quien me ha sugerido que por qué no me dedico en exclusiva al podcast. Y es tentador, pero creo que no valgo para hacer una sola cosa y tengo cierto miedo de que de convertir este hobby en una responsabilidad aún mayor acabara quemándolo. También doy clases y charlas en empresas y eventos y las disfruto mucho, pero no son suficientes como para vivir de ellas. Quizás combinándolo todo… pero… tengo la sensación de que entonces echaría de menos otras cosas. ¡Así de inconformistas somos los humanos!.  Pero bueno, de momento tengo un plan, bastante simple, pero un plan, al fin y al cabo. Como mis últimos 10 años han sido una (maravillosa) locura, me he autoimpuesto calma y tiempo para disfrutar de este momento. Me voy a dedicar a hablar con gente, ver qué proyectos surgen y cuáles me atraen y, de paso, entender qué echo de menos y qué no de la vida que he llevado en la última década. Y mientras tanto, voy a aprovechar para potenciar el podcast, las clases, las charlas, seguir promocionando el libro… y, sobre todo, ejercer de padre. Algo me dice que no me voy a aburrir. Así que para todo esto, para proyectos, podcasts, charlas, clases… para todo menos para otra paternidad, que con esta tengo suficiente de momento, si crees que tiene sentido que hablemos, aquí estoy. Y dado que ahora empiezo este periodo de intentar entender cuál es ese siguiente paso, he pensado que éste era un buen momento para tratar de reflexionar sobre estos últimos diez años y contarte algunos de mis aprendizajes. Y me he puesto a escribir y han salido doce, como podrían haber salido veinticinco, pero en algún punto había que cortar. He intentado que sean lo más generales posible, y por eso no he entrado en aspectos más personales o más específicos de mi edad y mi etapa vital, como tener o no tener hijos, casarse, y todas esas cosas que, si te interesa, podemos tratar otro día. Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS COMPLETAS DEL CAPÍTULO Y ENLACES AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/170-mariano-sigman-reflexividad-realismo-magico-y-el-poder-de-las-palabras/)La de hoy es la última entrevista de esta quinta temporada de kaizen y la vamos a dedicar a un perfil muy kaizen. A alguien que no atiende mucho a esas divisiones que tendemos a hacer los humanos entre disciplinas. Como él mismo me dice en la entrevista, se ha pasado su vida tratando de responder a las mismas preguntas que se lleva haciendo desde niño. Esa búsqueda de respuestas le ha llevado por múltiples caminos. Porque Mariano Sigman es licenciado en Física, pero acabó doctorándose en neurociencia y convirtió su laboratorio en un espacio donde se mezclan investigadores en computación, medicina, física, biología, matemáticas, lingüistica, antropología, arte, música… Junto al artista Mariano Sardón, ha trabajado en obras que han sido expuestas en museos de medio mundo y que nos hablan de la memoria, la percepción, el juicio a los demás o el tiempo. Incluso, en un ejercicio de superación que envidio, se convirtió en el sujeto de su propio experimento al empeñarse en aprender a cantar y tocar pese a que, según él mismo dice, era completamente inútil para la música. Y lo hizo hasta acabar grabando un disco. Casi nada.En nuestra charla, Mariano y yo hablamos de muchas cosas, empezando por un tema que nos ha llevado varios capítulos esta misma temporada y que, conociéndome, seguramente volverá: nuestras conversaciones con nosotros mismos. Y es que él publicó el año pasado un libro llamado El poder de las palabras. Pero no es de lo único de lo que hablamos, ni mucho menos. Charlamos sobre los recuerdos, sobre el papel de la ficción en nuestras vidas, sobre perfiles híbridos, también, o sobre cuánto de confiable es nuestra percepción de la realidad, entre otros muchos temas. Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS Y ENLACES COMPLETOS DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/169-el-arte-de-vivir-montaigne-iii-viajes-autenticidad-y-ataraxia/) Hoy volvemos una vez más a Montaigne, para rematar esta trilogía que le hemos dedicado en nuestra búsqueda de ideas sobre cómo vivir, a partir del estupendo libro de Sarah Bakewell, cuyo título encaja bastante bien porque se llama «Cómo vivir. O una vida con Montaigne en una pregunta y veinte intentos de respuesta».Que terminemos esta trilogía no quiere decir en absoluto que nos terminemos a Montaigne porque es casi infinito ya que, como veremos hoy, todos le seguimos añadiendo de todo. Y es que, como te decía en los capítulos anteriores, Montaigne nació hace casi cinco siglos, pero ha sido reinterpretado una y otra vez por todas las generaciones que lo han leído desde entonces y todas han sentido que de alguna forma les hablaba a ellas. El suyo es un caso extraño, el de alguien que escribía cuanto se le venía a la cabeza sobre su vida, sin aparentemente adornarla demasiado ni preocuparse por lo que otros podrían pensar. Eso, en su época era casi único: si alguien escribía unas memorias lo hacía para ensalzar su propia figura y para destacar los eventos más importantes de su vida, lo que no dejaba casi espacio para reflexiones sobre los aspectos más mundanos y sencillos de la vida. Hoy sin embargo podríamos decir que es casi al revés: de una forma u otra, nos exhibimos casi todos de forma constante en todo tipo de medios y redes, mostramos dónde comemos y con quien o les contamos nuestras penas a quienes se cruzan con nuestros mensajes, nos conozcan o no. Algunos hasta hacemos podcasts. Pero esas también son realidades embellecidas, filtradas y seleccionadas. Montaigne no parecía hacer ni una cosa ni la otra. Seguro que omitió unas cosas y adornó otras, pero la sensación que deja es la de alguien poco preocupado por eso, simplemente entretenido con sus propios pensamientos, que decide dejarlos por escrito, independientemente de si son profundos o superficiales. En los dos capítulos anteriores, repasamos buena parte de esas respuestas a esa pregunta sobre cómo vivir que Bakewell encuentra en la vida y en los Ensayos de Montaigne. Cubrimos más o menos los dos primeros tercios. En el primero, hablamos de cómo vivir sin preocuparse de la muerte, de cómo nuestra perspectiva del mundo está sesgada y limitada, de los efectos de vivir habiendo sido criado de una forma diferente. También hablamos de la importancia de leer mucho, pero sin poner a los autores en pedestales; de la curiosidad como motor de la vida, de cómo vivir con atención. Y de cómo lidiar con los vaivenes que nos encontramos en nuestro camino, apoyándonos en las enseñanzas milenarias del estoicismo, el epicureismo y el escepticismo.  En el segundo capítulo nos adentramos en otras partes de la vida de Montaigne, algunas más criticables que otras. Hablamos sobre la importancia de preservar un espacio físico y mental propio, para nosotros mismos, aunque en el caso de Montaigne fuera también una forma de escaquearse de sus responsabilidades domésticas. Tratamos también la importancia de ser sociables, de ser capaces de conversar sobre cualquier tema, como una vía de aprendizaje, pero también como una vía para conectar con los demás. En eso de conectar con los demás, vimos también cómo Montaigne se empeñaba en apostar por la confianza. Lo hacía físicamente, manteniendo abiertas las puertas de su castillo incluso en los momentos álgidos de las guerras religiosas en Francia; pero también filosóficamente porque vivía convencido de que todos pertenecemos a algo mayor y compartido, no sólo entre los seres humanos, sino con todos los demás seres vivos. Aunque aquello no era únicamente una forma de conectar con otros, sino también una manera de exponerse él mismo a otras ideas y perspectivas. Mucho de lo que vimos en esos dos capítulos era extraño en tiempos de Montaigne. Pero es que, precisamente, esa va a ser la primera de las respuestas a cómo vivir de la que vamos a hablar hoy: «haz algo que nadie haya hecho antes» Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/168-la-estructura-del-mundo-ix-cual-es-nuestro-problema-2a-parte)Hay un tipo de mirada que uno aprende a reconocer con la edad. Es una mirada entre cansada e introspectiva. Es fácil encontrarse con ella a primera hora de la mañana de cualquier sábado o domingo en una gran ciudad. Quienes miran así suelen llevar el pelo despeinado y la misma ropa, ahora arrugada, con la que salieron la noche anterior. Caminan despacio, con unas preguntas marcadas en la frente. Normalmente, es la misma que les asaltó un rato antes, al abrir los ojos y encontrarse en una cama ajena. «¿Qué ha pasado? ¿Cómo he llegado aquí?» Algo parecido nos ha sucedido a todos alguna vez. Hay noches que acaban así. Los estadounidenses tienen un nombre maravilloso para ese trayecto de vuelta a casa: the walk of shame, «El paseo de la vergüenza». Puede ser porque esa mirada encierre algún arrepentimiento o, más frecuentemente, por la simple sospecha de que todo el que se cruza con nosotros sabe que no sabemos cómo demonios acabamos así. Por lo general, aquellas noches y aquellos paseos, suelen terminar como anécdotas que uno recuerda con una mezcla de pudor, simpatía y nostalgia al llegar a la edad de reconocer esa mirada en otros, cuando tu vida adulta te lleva a comprar el pan o pasear al perro a las 9 de la mañana de un domingo. Pero, ¿cómo es el paseo de la vergüenza de las sociedades? Quiero decir, en mitad de las crisis económicas, el desengaño político, la amenaza climática o la inestabilidad internacional que llevamos ya unos cuantos años viviendo, cada vez más tengo la sensación de que colectivamente nos empezamos a mirar los unos a los otros con las mismas preguntas en la cara: ¿Qué ha pasado? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?Hace unas semanas empecé a hablarte del libro de Tim Urban, What’s Our Problem?, «¿Cuál es nuestro problema?», en el que él trata de descifrar cómo hemos llegado hasta donde hemos llegado. Aquel capítulo lo terminamos con la sociedad dividida en dos. Con las piernas hundidas hasta las rodillas en el barro. Y con cada uno de nosotros dispuesto a abrirle la cabeza a garrotazos a cada uno de ellos. Hoy, vamos a tratar de responder a cómo hemos llegado hasta aquí y a cómo tratar de salir. De una pieza, a poder ser. Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS Y ENLACES COMPLETOS DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/166-toma-de-decisiones-vii-resolucion-de-problemas-pastores-steve-jobs-y-la-consultoria/)Una mañana, un pastor salió con su rebaño de ovejas y sus dos perros hacia un prado. Pasadas unas horas, ve acercarse a toda velocidad un coche caro, con las lunas tintadas, que frena bruscamente al llegar a su altura. Del coche baja un tipo vestido impecablemente, traje italiano, camisa perfectamente planchada y zapatos brillantes. Se acerca al pastor y le dice: «señor, le hago una apuesta: si soy capaz de decirle el número exacto de ovejas de su rebaño, me quedo dos de ellas». El pastor, entre atónito y entretenido, se encoge de hombros y acepta la apuesta. Acto seguido, el hombre del traje abre el maletero del coche, saca una antena parabólica con la que se conecta a un satélite y empieza a tomar fotos aéreas del rebaño que después procesa en su ordenador con un programa desarrollado por la inteligencia israelí. 15 minutos después se acerca al pastor y le dice: «tiene usted 172 ovejas»«Es cierto, ése es el número» - responde el pastorOrgulloso, el tipo del traje le dice: «Estupendo. Entonces he ganado la apuesta, me llevo dos ovejas». Y sin esperar la respuesta del pastor agarra a los dos animales más cercanos a él y se encamina al coche.El pastor le mira sonriente y antes de que meta a los animales en el vehículo le dice: «discúlpeme, caballero, pero usted es consultor, ¿verdad?» El hombre se queda asombrado y responde «Efectivamente, ¿cómo lo ha sabido?». – «Bueno, no ha sido demasiado difícil. En realidad lo supe por tres cosas»– «¿Por cuáles?», pregunta el consultor.– «La primera es que ha venido sin que yo le llamara. La segunda es que me dijo algo que yo ya sabía. Y la tercera es que no sabe absolutamente nada de mi negocio, porque lo que se está llevando son dos perros»No nos vamos a engañar: el chiste es malo y la consultoría suele ser un blanco fácil. Espero que me lo perdone cualquier oyente consultor. Yo tengo una relación de amor-odio con la consultoría, quizás más de lo segundo que de lo primero. Sobre el papel me parece que puede ser un trabajo fascinante, pero tengo muchas reservas sobre cómo suele llevarse a cabo. Algunas de ellas son muy parecidas a las que dijo Steve Jobs en una ocasión, cuando dio una charla en el MIT y preguntó al público: «¿Cuántos de vosotros trabajáis en consultoría?» Al ver las manos levantadas, su respuesta fue «Uy, eso es malo», lo que provocó una carcajada entre los asistentes. Y después, al más puro estilo Jobs, se despachó a gusto: «Deberíais hacer algo. No, en serio, no creo que haya nada inherentemente malo con la consultoría. Pero pienso que sin ser el dueño de algo a lo largo de un periodo extenso de tiempo, de al menos unos años, que es cuando tienes la oportunidad de hacerte responsable de tus propias recomendaciones, cuando tienes que ver cómo resultan esas recomendaciones y acumulas cicatrices por los errores cometidos y te levantas de nuevo y te sacudes el polvo cada vez que caes, sin todo eso, sólo aprendes una pequeña fracción de lo que podrías aprender». Dicho todo esto, me parece de verdad que puede ser una profesión fascinante, en la que además trabajan muchas personas enormemente inteligentes y donde se desarrollan herramientas y maneras de pensar que nos vendría muy bien conocer a todos. Es más, el capítulo de hoy lo vamos a dedicar a algunas de esas herramientas para tomar mejores decisiones. Que Jobs nos perdone.  Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/165-el-arte-de-vivir-montaigne-ii-costumbres-brujas-y-libertades/)Bueno, pues volvemos a Montaigne. Retomamos hoy sus enseñanzas sobre cómo vivir, sacadas de ese estupendo libro que se titula así: «Cómo vivir. O una vida con Montaigne en una pregunta y veinte intentos de respuesta» de Sarah Bakewell. Y es que el libro, los Ensayos de Montaigne y el propio Montaigne dan para mucho. En el capítulo anterior repasamos aproximadamente el primer tercio del libro, pero lo hicimos muy por encima no te voy a engañar. Es un libro denso con infinidad de enseñanzas de las que yo elegí unas pocas nada más, porque de lo contrario la turra habría sido de las que hacen época. Lo mismo va a suceder con el de hoy y en el tercer capítulo que necesitaremos para cerrar esta mini-serie sobre este personaje tan especial. Así que te animo a tomártelos así, como un resumen necesariamente limitado. Y si te gusta lo que oyes, ármate de valor y lee el libro, aunque sea un pequeño tocho y pueda imponer un poco a priori. Hazlo a ratitos si es necesario, porque es denso, pero creo que realmente merece la pena. Dicho esto, por si no escuchaste el capítulo anterior, sólo te recuerdo que el libro de Bakewell es su búsqueda de 20 respuestas a esa pregunta de «cómo vivir» en la obra de Montaigne; un tipo que nació hace casi cinco siglos, pero que todas las generaciones que lo han leído desde entonces han creído que les hablaba a ellas. De alguna manera, sus vivencias y lecciones son tan humanas y a veces tan contradictorias que siempre encontramos formas de identificarnos con ellas. Ese «cómo vivir» no sólo trata de la ética o la moralidad, sino que significa cómo llevar una buena vida, una que aprovechemos y que merezca la pena, para nosotros y para el resto. En el primer capítulo hablamos básicamente de cómo él entendía que la mejor forma de vivir era despreocupándose de la muerte porque, cuando nos llegue, la naturaleza nos guiará por ese camino. Hablamos también de cómo Montaigne era completamente consciente de que nuestra perspectiva sobre el mundo está limitada y sesgada y de cómo no debemos confiar demasiado en lo que creemos saber. Nos asomamos a la rara forma que tuvieron de criarle, alejado de su familia al nacer y, después, con la extraña regla de que sólo podían hablarle en latín. Hablamos de su relación con los libros, de la importancia de leer mucho pero de no poner a los autores, por importantes que sean, en un pedestal. De no comprarles todo el pescado, vamos; y de afrontar la lectura como una conversación con ellos, pensando en qué estamos de acuerdo y en qué no. Y hablamos también de vivir con atención, con una curiosidad que nos lleve a querer saber más sobre el mundo incluso aunque comprendamos que nos es imposible comprenderlo del todo. Y a la vez de cómo apoyarnos en el estoicismo, el epicureismo o el escepticismo para lidiar con los vaivenes de la vida.Bien, pues hoy vamos a seguir viendo algunas ideas más sobre cómo vivir. Y en nuestro recorrido vamos a revisar algunas partes más inspiradoras de Montaigne y otras mucho más criticables porque, nos guste o no, todas forman parte de la naturaleza humana. Empezando por una respuesta muy curiosa a la pregunta de cómo vivir: ten una habitación privada en la trastienda.  Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/164-marta-fernandez-confesiones-embarazosas-mentiras-valientes-y-un-texto-erotico-casi-mortal/)La entrevista de esta semana es seguramente diferente a la mayoría de las que he hecho hasta ahora. Por distintos motivos, además.El primero es que esta grabación fue una especie de experimento porque tenía muchas ganas de retomar las entrevistas presenciales, porque creo que se genera una química especial. Aunque, dado que ahora en mi casa manda una pequeña dictadora, que no respeta mucho los horarios ni los silencios necesarios para grabar un podcast, hacerlo era un poco reto. Así, confieso que le eché un poco de morro y pregunté en twitter si alguien me dejaría un espacio para grabar y resulta que la gente es maravillosa. Me ofrecieron como 10 o 12 sitios en Madrid y algunos más fuera. Muchas gracias desde aquí a todos y, en especial a mi admirado José Luis Antúnez, porque a través de él surgió la posibilidad de grabar donde acabamos haciéndolo: en el Instituto Tramontana, uno de los lugares más especiales que conozco. Allí se respira el gusto por el diseño y la comunicación en cada rincón. Así que para allá me fui yo con la grabadora, los micros, trípodes y un par de móviles; porque el experimento consistía también en grabarlo en vídeo. Y creo que ha quedado inesperadamente bien para ser la primera vez que lo hacía así. Si te animas a verlo en YouTube ya me contarás. Pero esta entrevista es diferente también por otra razón. Por lo general, cuando invito a alguien al podcast tengo bastante claro por qué lo hago y de qué quiero que charlemos. En esta ocasión, sin embargo, de lo único de lo que estaba seguro era de que me apetecía hablar con mi invitada, aunque no sabía muy bien sobre qué. Si no sabía cómo abordar la conversación fue, en parte, por una anécdota muy tonta que le cuento al principio de nuestra charla y que no te voy a desvelar aún. Pero, sobre todo, el motivo por el que no tenía claro cómo enfocar la charla era que Marta Fernández no es fácilmente clasificable. Porque la primera tentación es, sin duda, hablar con ella de su experiencia en los medios. ¿O no querrías tú hacerle preguntas a una persona que ha estado más de 20 años trabajando en algunos de los principales informativos de España? Marta fue la cara visible de los informativos de CNN+, Cuatro y Telecinco y tuvo que dar noticias de todo tipo, incluídos algunos momentos fundamentales de nuestra historia moderna, como los atentados del 11S, y otros que son fundamentales para mí y cuatro más, como la demanda que las empresas de autobús puso a BlaBlacar. Por dar, Marta llegó a dar hasta unas campanadas de fin de año. Y, sin embargo, por apasionante que pueda ser ese mundo periodístico y televisivo, creo que la Marta más interesante no es esa. Porque hay otra. O, mejor dicho, hay otras muchas. Detrás de quien nos contaba las noticias estaba, para empezar, una escritora. Alguien que necesita escribir para ser ella misma y que lo ha hecho en libros y en artículos de los que se desprende un enorme amor por la literatura, el cine, la música y el arte, en general. Su último libro, además, se titula La mentira y lo ha dedicado a historias de grandes mentirosos y embaucadores. Entre otros, curiosamente, aquel Gregor McGregor del que te hablé en el capítulo 152, en la que es una de mis historias de timos e irracionalidad colectiva favorita. En el mundo de las mentiras, de los cobardes, de la escritura, de los medios, de nuestros recuerdos de adolescencia y en otras muchas cosas nos sumergimos en nuestra charla. Incluso, a lo largo de la conversación con Marta yo hago un par de confesiones un poco embarazosas, que quise mantener en secreto para ella hasta que habláramos, para ver cómo reaccionaba durante la entrevista y de las que nos reímos juntos. Ahora, dicho todo esto, vamos a lo importante de verdad: espero que disfrutes mucho de esta conversación con Marta Fernández.  Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/163-modelos-mentales-19-reflexividad-soros-retretes-y-atletas/)Te confesaré que escribir la introducción del capítulo de hoy ha sido todo un reto. Porque sabía a dónde quería llegar, pero no cómo darle coherencia. Y lo primero que se me ha ocurrido es un meme. Uno que seguramente has visto alguna vez, una especie de cómic que circula por las redes sociales, en el que en la primera viñeta aparece un hombre, de espaldas, orinando tranquilamente a solas en el último de una larga fila de retretes. Bueno, no, no son retretes, son urinarios o mingitorios —que descubrí hace tiempo que se llaman así esos que son de pie, los típicos de los baños masculinos y me parece una palabra maravillosa. Aunque en un capítulo de Nadie Sabe Nada, Berto y Buenafuente les dieron un nombre incluso mejor, más… creativo. Pero no me atrevo a repetirlo aquí, así que lo dejaremos en el aire para los aficionados a los podcasts o para quienes lo busquéis en las notas del capítulo. Volviendo a nuestro meme, está el tipo desaguando tan a gusto cuando en la segunda viñeta se ve aparecer por la derecha a otro hombre que camina hacia él. En la siguiente está aún más cerca, hasta que finalmente se pone a utilizar justo el urinario contiguo al que ya estaba ocupado. Ladea la cabeza y dice algo que es cada vez distinto, según el meme, pero que siempre promete ser el comienzo de lo que técnicamente se llama una chapa monumental. Algo, como, por ejemplo: «¿Te he dicho que tengo un podcast?». Cuando yo era estudiante —antes de ayer o en un tiempo muy muy lejano, dependiendo de a quién le preguntes—, y seguramente como parte de eso que ahora se llama la masculinidad frágil, había una regla no escrita sobre los baños masculinos que un amigo mío resumió en cierta ocasión como: se deben utilizar sólo los impares y si están todos ocupados, te esperas a que se libere uno. Así que se ve que a los hombres este tema tan absurdo de los baños públicos nos preocupa bastante más de lo que debiera. Una prueba más es que hace un tiempo, una persona respetable que ha pasado por este podcast, Samuel Gil, escribió un tweet que decía: «Alguien tiene que desarrollar una estrategia óptima según la teoría de juegos sobre qué retrete se debe elegir en un sitio público. ¿Primero, último, uno del medio? Sin mirar, claro» Y lo entiendo perfectamente, uno nunca sabe qué se va a encontrar detrás de la puerta.Pero da la casualidad de que, poco antes, el propio Samuel había escrito algo bastante más serio en su newsletter, Suma Positiva, sobre un tema más relacionado con esto de lo que parece —precisamente el tema del que vamos a hablar hoy. Y así se lo dije. Porque había un problema con su pregunta: si alguien desarrollaba esa estrategia óptima sobre qué lugar elegir y la daba a conocer, todo el mundo iría a ese retrete y volveríamos a estar en el punto de partida. Así que si se encontraba esa solución, habría que mantenerla en secreto, sólo al alcance de unos pocos privilegiados para que siguiera siendo óptima. A lo que, yo creo que sin ser consciente del energúmeno que tenía enfrente, Samuel me respondió que «eso se merecía un kaizen»Y aquí estamos, en una demostración más de mi facilidad absoluta para enredarme con cualquier tema por estúpido que parezca, hablando de urinarios y retretes públicos. ¿A qué jamás lo hubieras imaginado? Pues yo tampoco, pero me he dado cuenta de que mucho de lo que hago es el resultado de decisiones poco meditadas que no tienen más motivo que el de echarme unas risas. Verás cuando te cuente cómo me hice amigo de mi querida Itziar García… pero esa es una historia para otro día. Porque detrás de todo este rollo aparentemente estúpido sobre el retrete óptimo a elegir, hay un concepto fascinante que es fundamental en muchos ámbitos de la vida. Hoy retomamos los modelos mentales y lo hacemos con un especial sobre la reflexividad. ¡Toma ya! Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/162-la-estructura-del-mundo-viii-cual-es-nuestro-problema/)De niño fui muchas veces al Museo del Prado; algunas con el colegio y otras con mis padres. Por aquel entonces, yo, sinceramente, puestos a ir a un museo lo que prefería era ir al de Ciencias Naturales y ver los dinosaurios. O, mejor aún, quedarme en casa jugando a la consola. No sé si a pesar de o precisamente por haberme criado  rodeado de cuadros, lo de pasar la mañana recorriendo salas con más cuadros no me parecía lo más divertido del mundo. Aunque reconozco que siempre encontraba alguno que me llamara la atención. Es más, había una sala entera que me producía una mezcla de miedo y fascinación. Ya sólo el nombre de la sala, que lo recuerdo escrito en una pared oscura —aunque vete tú a saber si me lo he inventado— me parecía inquietante: Las pinturas negras de Goya. Aquello no se parecía a casi nada de lo que había en el resto del museo. En un cuadro, veías a unos viejos casi esqueléticos comiendo sopa; en otro un aquelarre, con unas caras deformadas rodeando a un demonio con forma de macho cabrío. No te daba tiempo a recuperarte del susto cuando girabas las cabeza y te encontrabas frente a frente con Saturno, con los ojos fuera de sus órbitas, devorando a su hijo; en una imagen que podría perfectamente estar sacada de una película de terror o de los dibujos de El Ataque de los Titanes. Aquello era una experiencia.Entre esos cuadros había uno, quizás menos aterrador por la temática, pero que transmitía una sensación difícil de explicar. Dos hombres, aunque a mí me parecían dos gigantes, aparentemente enterrados hasta las rodillas en barro, luchan el uno frente al otro en un duelo a garrotazos. Seguramente tengas la imagen en la cabeza, es muy conocido. El cuadro en sí tiene una historia peculiar porque, como todos los demás de esa sala, no era un cuadro originalmente, sino que fueron pinturas que Goya hizo en las paredes de la Quinta del Sordo —la casa que tenía a las afueras de Madrid. Y al parecer al retirarlo de la pared se perdieron cosas, como la hierba que se cree que Goya pintó a los pies de los dos hombres. Es decir, que no estaban enterrados en barro. Pero ese defecto hace que la imagen sea aún más salvaje, más animal. Porque te decía que transmitía una sensación difícil de explicar. Y en parte es eso: transmite algo salvaje. Transmite movimiento y violencia. Pero creo que por encima de todo transmite una verdad eterna. La de que los humanos, a veces, tenemos tendencias salvajes que pueden llevarnos a matarnos a garrotazos hundidos hasta las rodillas en el barro.Sí, no es la manera más alegre de empezar el capítulo, pero es que hoy vamos a hablar de temas farragosos.Hace tiempo que no dedicamos un capítulo a eso que me dio por llamar La estructura del mundo, esas ideas que pueden ayudarnos a descifrar cuáles son los hilos que tejen cómo funcionan las cosas en la sociedad o en el mundo en general. En esta serie, hemos hablado de historia, de economía y hasta de geopolítica. Y ha habido una idea recurrente, que se ha repetido en casi todos los capítulos, porque es otra de esas obsesiones que tengo: mi sensación de que estamos en una bisagra de la historia, en un momento de esos en los que todo cambia. Aunque también te he dicho más de una vez que sospecho que muchas generaciones sintieron lo mismo, que todos tendemos a pensar que vivimos tiempos importantes.En mi caso, sigo buscando pistas de si es así, por qué sucede y hacia dónde nos lleva. Por el camino hemos hablado de cosas tan distintas como un posible nuevo orden mundial, la descentralización y los individuos soberanos, la inteligencia artificial o la búsqueda de la inmortalidad. A muchos de esos temas y a otros similares volveremos, pero me gustaría detenerme hoy en algo quizás menos exótico, pero más cercano: ¿en qué momento estamos ahora? Si esa sensación que a veces podemos tener de que nuestras sociedades occidentales están funcionando peor o de que nuestras democracias o sistemas económicos dan señales de agotamiento… ¿cuál es nuestro problema?Afortunadamente, no tengo que buscar la respuesta yo solo, porque no sé si la encontraría. Pero alguien de quien te he hablado en varias ocasiones ha escrito un libro que puede servirnos muy bien de base. El autor es Tim Urban, creador del maravilloso blog Wait But Why, y su libro se llama así, What’s our problem?, es decir ¿cuál es nuestro problema?, pero me parece que no lo han traducido al castellano. Él dice que es un libro de autoayuda para sociedades y, aunque está muy centrado en Estados Unidos, vamos a intentar generalizarlo para ver qué puede aplicarse a cada uno de nuestros sufridos países. ¡Venga, vamos todos al diván! Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS COMPLETAS Y ENLACES DEL PODCAST AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/161-el-arte-de-vivir-i-montaigne-ramon-el-vanidoso-y-un-monton-de-griegos/)Si llevas tiempo escuchándome, sabes que siempre he tenido cierto síndrome de Peter Pan. O más bien algo de vértigo ante la velocidad a la que pasa mi vida. No debo ser el único, ni debe ser algo moderno, ni únicamente occidental, porque pocos temas se han repetido tanto en la historia de la humanidad como las reflexiones sobre el arte de vivir. Haz la prueba, busca en Google o en Amazon simplemente eso, “el arte de vivir” y de pronto te encontrarás casi infinitas obras clásicas y modernas de muy distinto pelaje. Desde Séneca al Dalai Lama, de Krishnamurti a Schopenhauer, de El arte de vivir en soledad a El arte de vivir en pareja, de hacerlo con sencillez o de hacerlo sin miedo. Por salirme, me ha salido hasta una biografía ilustrada de Lola Flores. Esa no la vi venir.Pero, ¿por qué vivir es un arte? El arte es un concepto que tiene infinitas definiciones. Las más habituales tienen que ver con usar la creatividad y la imaginación para crear obras bellas o que expresen sentimientos. Pero, otra forma de verlo, es a través de su naturaleza. La naturaleza del arte es una en la que no hay reglas definidas. No hay una única forma de hacer buen arte, ni la misma manera gusta a todo el mundo. Es más, siempre se pueden encontrar nuevas formas de hacer arte. Decía Susan Sontag que el arte es una forma de consciencia, una manera dinámica de contemplar. Por eso, vivir es también un arte. Porque no hay reglas definidas, ni realmente universales, y porque las decisiones que tomamos en nuestra vida son la forma en la que expresamos nuestras conclusiones de contemplar lo que nos pasa. Que sea un arte, no significa no significa que no podamos aprender de todos aquellos que se obsesionaron sobre el tema antes; igual que un artista puede aprender e inspirarse con otros artistas tan diferentes como Velázquez, El Bosco, Warhol o Kandinsky. O Lola Flores, por supuesto.  Hoy retomamos la serie de diseño vital —esa que en temporadas anteriores usamos para buscar ideas que aplicar en nuestra vida— y lo hacemos para sumergirnos en algunas reflexiones, actuales y clásicas, sobre cómo vivir. Seguramente nos lleve algunos capítulos, no sé cuántos. Aunque, bien pensado, puede llevar toda una vida. Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/160-las-leyes-de-la-estupidez-ingelitencia-hibris-y-chutzpah)En 1934, un profesor de la Universidad de Columbia llamado Walter B. Pitkin, publicó un libro que hoy es difícil de conseguir. Yo no lo he hecho de momento, porque sólo he encontrado ejemplares de la época a un precio que no sé si merece la pena pagar. Pero estoy tentado. Su título es “Breve introducción a la historia de la estupidez humana”.Según tengo entendido, esa “breve introducción” tiene más de 300 páginas y al final del libro hay un breve - de verdad - epílogo que sólo dice lo siguiente: “ahora estamos listos para empezar a estudiar la Historia de la Estupidez”. Y nada más. ¿Cómo será la estupidez humana que sólo empezar a asomarnos a ella puede llevarnos más de 300 páginas? Y si el tema es tan amplio que sólo la introducción ocupa 300 páginas… ¿qué hay más estúpido que intentar tratarlo en un podcast? Pues no lo sé, pero algo me dice que hoy vamos a descubrirlo. Sólo un consejo: no te tomes el capítulo de hoy muy en serio por si acaso. O sí, porque, como decía Robert Heinlein, «no subestimes nunca el poder de la estupidez humana». Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/159-ramon-nogueras-ii-vender-burras-el-chan-tatachan-y-unas-bragas-voladoras/)El invitado de esta semana de kaizen no necesita demasiada presentación. Entre otras cosas porque repite. Ramón ya pasó por el podcast hace un año y medio, más o menos, en uno de los capítulos que me consta que más os gustaron a los oyentes. Por entonces hablamos de su primer libro, Por qué creemos en mierdas, y exploramos muchos de los mecanismos que nos hacen llegar a creer cosas absurdas. Aunque con los intereses variados que tenemos tanto Ramón como yo… pues… digamos que nos salimos varias veces por la tangente para hablar de otras cosas. Y algo parecido ha pasado en esta nueva charla. La hemos dedicado, por supuesto, a hablar de su nuevo libro —Por qué compramos la burra, del que ya te conté alguna cosa hace unos cuantos capítulos— pero también charlamos sobre las promesas rotas de las redes sociales, sobre cómo se forma el carácter de las personas, hablamos de los magos, de las burbujas económicas, del papel de la mentira o de cómo entender mejor la realidad; que, como imagino que sabrás, es un tema que últimamente tengo muy presente. Y hasta me sacó los colores al final de la entrevista con un mensaje de parte de un par de amigas suyas al que, creo que se nota, no supe muy bien cómo reaccionar en directo. Así que si eres una de ellas y escuchas este capítulo, gracias, de verdad. En fin, que no voy a enrollarme mucho más, porque aquí lo que importa es la conversación con Ramón y espero que la disfrutes mucho. Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/158-nuestro-dialogo-interior-ii-una-gaviota-inconformista-chachara-y-cajones-bien-ordenados/)Amanecía, y el nuevo sol pintaba de oro las olas de un mar tranquilo.Una barca de pesca chapoteaba a un kilómetro de la costa cuando, de pronto, rasgó el aire la voz de la comida llamando a la bandada y una multitud de gaviotas se aglomeró para regatear y luchar por cada pizca de comida. Comenzaba otro día de ajetreo.Pero alejado y solitario, más allá de barcas y playas, estaba practicando Juan Salvador Gaviota. A treinta metros de altura, bajó sus patas palmeadas, alzó el pico y se esforzó por mantener en sus alas esa dolorosa y difícil torsión requerida para lograr un vuelo pausado. Aminoró la velocidad hasta que el viento no fue más que un susurro en su cara, hasta que el océano pareció detenerse allá abajo. Entornó los ojos muy concentrado, contuvo el aliento, forzó aquella torsión un… solo… centímetro… más… Sus plumas se encresparon, perdió sustentación y cayó.Las gaviotas, como es bien sabido, nunca pierden sustentación, nunca se detienen. Detenerse en medio del vuelo constituye para ellas una vergüenza y un deshonor.Pero Juan Salvador Gaviota, que sin avergonzarse extendía otra vez las alas en aquella temblorosa y ardua torsión —parando, parando y perdiendo sustentación de nuevo—, no era un ave cualquiera.La mayoría de las gaviotas no se molesta en aprender sino las normas de vuelo más elementales: cómo ir y volver entre la playa y la comida. Para la mayoría de las gaviotas, lo que importa no es volar, sino comer. Para esta gaviota, sin embargo, no era comer lo que importaba, sino volar. Más que nada en el mundo, Juan Salvador Gaviota amaba volar.Así comienza un libro que cayó en mis manos casi de casualidad. Hace unos meses nos mudamos de casa y aproveché para recuperar algunas cajas de libros de mis padres que cogían polvo en un trastero. En ellas apareció un librito pequeño, cuyo título me sonaba, pero que nunca había leído: Jonathan Livingston Seagull; o como se llamó en español, Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach. Una noche en la que no sabía qué leer lo abrí sin demasiada fe. Era un libro raro, editado en los años 70, que en sus menos de 100 páginas mezclaba texto y fotos de gaviotas. Muchas fotos de gaviotas. Aún no sé por qué, decidí darle una oportunidad. Me encontré una especie de cuento, una fábula con cierto aroma New Age, sobre una gaviota inconformista, obsesionada con perseguir su curiosidad y mejorar constantemente. Sobre el precio y la recompensa de perseguir nuestras pasiones. Sobre el amor artesanal a hacer aquello que nos gusta hacer. Pero sobre todo, una fábula sobre cómo nuestros pensamientos y los de los demás limitan nuestro potencial. Todos ellos temas muy de kaizen, ¿verdad?Es tan corto el libro de Juan Salvador Gaviota que no te voy a contar demasiado, no quiero destripártelo. Sólo te diré que creo que merece la pena leerlo. Este cuento de hadas moderno sobre una gaviota que sólo quiere perfeccionar el arte volar lo escribió un tipo peculiar, un piloto de combate tan enamorado del vuelo como su protagonista. Alguien para quien volar es una forma de vida y que considera la vida como una eterna búsqueda, un aprendizaje constante y un redescubrimiento permanente de lo que la gente sabe, pero ha olvidado. Y que con este libro escribió el que, según he descubierto después, muchos consideran uno de los textos más inspiradores que existen. No hay mucho más que pueda contarte sin destrozarlo, pero he querido comenzar con él porque me sirve de introducción para seguir hablando de un tema que dejamos a medias hace unas semanas: nuestro diálogo interior. En el capítulo anterior enfocamos estas conversaciones desde la perspectiva del coaching a través de los ojos de Tim Gallwey, un exitoso autor cuyo libro más conocido es el Juego Interior del Tenis. Para Gallwey, lo que se interpone entre nosotros y nuestro máximo rendimiento es lo que él llama nuestro «yo narrador», esa voz que se cuela en nuestra cabeza cuando estamos haciendo las cosas muy bien o muy mal e intenta racionalizar aquello que hemos aprendido a hacer a través de nuestra experiencia. Para Juan Salvador Gaviota, una parte importante de esas interferencias mentales vienen también de lo que nos dicen o sabemos que piensan los demás. De cómo sentimos la presión de encajar en los patrones sociales.Pues bien, hoy vamos a hablar de ello desde otra perspectiva: la de un psicólogo y neurocientífico llamado Ethan Kross que se ha dedicado a estudiar cómo reconducir nuestra cháchara interior. De hecho, ha escrito un libro que se llama así —Cháchara o Chatter, en inglés— del que te quiero contar algunas cosas. Un libro, por cierto, que alguien recomendó en uno de los encuentros de la Comunidad kaizen. Y me encantaría decir quién fue y agradecérselo, pero no lo apunté y no consigo recordarlo. Así que fuera quien fuera, sirva en cualquier caso este capítulo de pequeño homenaje. Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/157-pensamiento-catedral/)Hoy vamos a empezar viajando al pasado. Al año 476 d.C., más concretamente. Entonces, el general bárbaro Odoacro derrotó y mató a Orestes, un político y militar que controlaba el imperio romano a través de la figura de su hijo, Rómulo Augústulo, el último emperador de Roma. Esa fue la caída de Roma de la que hablaba ese gran historiador llamado Chiquito de la Calzada. Bueno, no, esa… era otra. Con la de verdad, la de Odoacro y Orestes, empezaron los años oscuros.Y es que, durante mucho tiempo, los historiadores se refirieron a la Edad Media como la Edad Oscura o los años oscuros, básicamente por la decadencia demográfica, cultural y hasta tecnológica que parecía haberse vivido en esos años. Es más, el propio término Edad Media era una forma de reflejar que se trataba de la época intermedia que separó la Antigüedad clásica (la de los romanos y los griegos, para entendernos) y la Edad Moderna. Y, si bien los historiadores más actuales han revisado esta forma de mirar a los casi cinco siglos que duró esta época, seguramente ésa idea de atraso, pobreza e ignorancia es la que todos tenemos en la cabeza respecto a la Edad Media. Pero tal vez haya algo fundamental que deberíamos rescatar de aquellos años oscuros. Tal vez, podamos aprender una forma de pensar. Por eso hoy vamos a hablar del Pensamiento Catedral. Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS COMPLETAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/156-burbujas-ii-menhires-newton-y-el-estado-del-bienestar/)Estamos en el año 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de legionarios romanos en los reducidos campamentos de Babaórum, Acuárium, Laudánum y Petibónum…Tras la enésima humillación de sus tropas frente a ese puñado de galos rebeldes, el César convocó a sus consejeros en Roma para resolver de una vez por todas la situación. Uno propone enviar a todo el ejército para acabar con ellos, pero hay quien replica que no pueden dejar las fronteras sin protección. Otro sugiere crear una comisión para estudiar el problema. Esa idea gusta bastante y rápidamente otros proponen crear subcomisiones con tareas bien precisas y organizar una comida para discutir el tema. El César, mientras, da golpecitos cada vez más impacientes con sus dedos en su asiento. Hasta que el más joven de sus consejeros, Cayo Coyuntural, levanta la voz y ofrece una solución creativa: — En lugar de pelear con ellos, démosles algo que les mantenga ocupados. Hagámosles desear oro y riquezas y convirtamosles en decadentes— ¿Será suficiente? — pregunta César— ¡Mira en torno tuyo, oh César! — responde el joven, señalando al resto de consejeros, que engordados por el lujo y las riquezas y apoltronados en sus sillas dicen que es una idea ridícula e insisten en crear una comisión para abordar el problema. — Vuestro oro, vuestras villas y vuestras orgías os han vuelto decadentes. Sólo pensáis en comer y en beber — les replica el César. Y girándose al joven, mientras apunta con el dedo a sus consejeros, le dice — Transforma a esos galos locos en algo que se parezca a estoY así, con fondos ilimitados y el apoyo del César, el joven y ambicioso Cayo Coyuntural parte hacia la Galia. A los pocos días de llegar, se encuentra en el bosque con uno de esos peligrosos galos. Seguramente con el más peligroso de todos. Un tipo grande —que no gordo, si acaso bajo de tórax— que va acompañado de un perrito blanco y carga a su espalda una piedra gigantesca. — ¡Qué bonito es eso que tienes a la espalda! —le dice el romano— ¿El qué? ¿Este menhir? — pregunta el galo— Sí, es precioso. ¿Dónde lo has encontrado?— No lo he encontrado. Lo he hecho yo. Hago menhires y los reparto— ¡Ah! ¡Qué interesante! ¿Y repartes muchos? — pregunta Cayo Coyuntural— La verdad es que no, porque cuando la gente tiene uno, ya no quiere ninguno más. No tiene mucho uso, ¿sabes?— ¿Y cuánto cuesta?— Pues no lo sé… habitualmente lo cambio por alguna otra cosa— ¡Lo compro! — dice con entusiasmo el romano — te ofrezco 200 sesterciosY así, con esta simple transacción, empieza la mejor y más divertida lección de economía que he leído nunca. Porque a partir de ahí, el consejero romano pone en marcha las ruedas que llevan al pequeño poblado galo a vivir una burbuja de menhires y a los romanos a convivir con las consecuencias de que ésta se pinche.Si no has leído Obélix y compañía, o si hace mucho que lo hiciste, te animo a correr a leerlo de nuevo. Es maravilloso. Y habla de un tema que empezamos a tratar hace unas semanas y que hoy vamos a retomar: esa irracionalidad colectiva en la que nos sumimos los humanos y que nos lleva a generar burbujas de todo tipo, a veces incluso con las cosas más inútiles del mundo. Porque… ¿para qué sirve un menhir? ¿Y un tulipán? ¿Y un NFT? Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/155-raquel-sastre-risas-al-punto-de-sal-el-equilibrismo-que-es-la-vida-y-alguna-recomendacion-inesperada/)Hay veces que el azar se interpone en tus planes. Y en cierta medida esto pasó con el capítulo de hoy. Por distintos motivos tuvimos que reagendar la grabación en varias ocasiones durante casi mes y medio. Y el día que por fin conseguimos sentarnos a charlar, lo hicimos con menos tiempo del planeado y con alguna interrupción inesperada. Por eso, lo primero que debo hacer es darle infinitas gracias a Raquel, porque fue enormemente generosa con su flexibilidad y predisposición para encontrar un hueco que se nos resistía. Debo decir también que durante la entrevista yo no estuve especialmente cómodo, no sé si se notará. No por ella, que fue encantadora, sino por mi propio agobio ante la falta de tiempo, que me llevó a no detenerme tanto como me hubiera gustado, en algunas cosas que creo que daban para más o sobre las que teníamos opiniones tal vez distintas. Porque, eso sí, tratamos muchos temas. Hablamos del humor como mecanismo para afrontar las dificultades de la vida, de cómo captar la atención del público, del autismo y de la experiencia de Raquel como madre de Emma, que tiene un síndrome genético; hablamos de la romantización de la discapacidad, de felicidad —cómo no—, y hasta de una posible corriente de victimización que hemos vivido en los últimos años. Y por si fuera poco creo que Raquel dejó las tres recomendaciones más originales de cuantos invitados han pasado por el podcast. Eso casi seguro. Y es que como estoy seguro de que vas a notar, Raquel Sastre es una persona fascinante de la que creo que sólo arañé la superficie. Pero eso está bien, porque es una excusa estupenda para volverle a robar otro ratito alguna vez en el futuro. Con o sin micrófono. Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
(NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/154-nuestro-dialogo-interior-i-tenis-osos-polares-y-monstruos/)Te he hablado muchas veces, quizás demasiadas —es lo que tienen las obsesiones— de las que creo que son las conversaciones más importantes de nuestras vidas: las que tenemos con nosotros mismos. Sin ir más lejos, de eso iba el capítulo 93 de kaizen, que es uno de mis favoritos porque se lo dedicamos a un texto que me encanta: el This is Water, Esto es Agua, de David Foster Wallace —otra de esas obsesiones de las que te hablo con frecuencia. Y en el fondo, de lo que trata ese texto es de cómo funcionan esas conversaciones con nosotros mismos, de cómo tendemos a caer una y otra vez en nuestro diálogo interno, en una especie de modo automático en el que nos dejamos arrastrar por el flujo de nuestros pensamientos y que no siempre nos ayuda. Y también de cómo, aunque es difícil, podemos elegir cómo pensar.Pues bien, llevaba tiempo queriendo dedicarle un par de capítulos a estos temas y tratarlos desde una perspectiva diferente. Porque Foster Wallace se acerca a estas conversaciones desde su propia experiencia y desde esa sensibilidad tan especial que tienen algunas personas para ver y contar lo que al resto se nos escapa en las cosas más mundanas. Pero hay otras maneras de aproximarlas, y hoy vamos a hablar de ellas desde otros ángulos diferentes y, quizás, más prácticos. Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
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Comments (12)

Luis Pérez

R. Q. R. S El s V q. Msss.

Oct 13th
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Luis Pérez

I yuy want to go to the y yyyyy yyyyyyyyyyyyyy u u u u u u u u u u u u u u u u u u u u u u u u u u u y u u yty a la UU uu u u u u u u yu yr yru yy uu u u u uyuu u u u yr u u want u u want u want u want u u want y u u want u u want u uyuu yuy u y u u you want u u want u u uyuu u u u u u u u u u u u u u u u u u u u

Oct 13th
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Franz

Me pareció muy bueno el tema, de hecho si pudieras darte el tiempo para hacer un segundo te lo agradecería, se me vino a la mente un dialecto casi olvidado de una isla en la que no poseen ni una sola grosería y que ademas de ello estan obligados o mejor dicho acostumbrados a decir siempre un piropo por asi decirlo o un aspecto positivo antes de comenzar una frase o en un saludo o despedida el nombre exacto no lo recuerdo pero usted que tiene mas herramientas seguro la encontrara un abrazo y a por mas millones. Pdta: otro tema que me gustaria seria la grafologia buen dia.:)

Jun 12th
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Franz

me quedo con : hay una enorme diferencia entre saber algo y creer saber algo honestidad y verdad.

Jun 7th
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Franz

Lo mejor es ser directo, claro no siempre se puede ser directo cuando una situacion te importa mas por la misma situacion o por la persona a quien se la dices pero e tenido bastante mas resolucion diciendo desde un principio NO no puedo tengo algo importantisimo que hacer, y aprender como sustnetarla sutilmente o simplemente no decir nada mas , arrancando siempre con el NO y asi si se pudiera talves aunque no muy amenudo , resultaria mas satisfactorio aun por que las demas personas aun sabiendo que no podria, se alegrarian y pensarian de manera que hice un esfuerzo en asistir o comprometerme a tal cosa. Osea siempre es mejor ser sincero y aprender a decirlo.

Jan 27th
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Franz

Jaime,quiero tu libro . buen tema que escojiste de entre muchos buenos que tienes.

Jan 24th
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Franz

El mundo requiere un cambio de conciencia y si se trata de tecnologia ya es hora de que por lo menos los autos utilicen hidrogeno u otra alternativa o almenos permitir que se usen alternativas ya reglamentadas de dos o mas elementos como la luz solar junto con la electricidad u otras, en esta epoca y no poder desarrollar un coche de carcasa de luz solar , creo que japon ya se a adelantado pero para otros fines pero serio mejor para la conservacion del medio ambiente y la naturaleza otro aspecto tambien seria el desarrollo de adecuacion bacterias que degraden desechos como los que han decubierto para la degradacion de celulares y CPUs y recaptacion de las particulas de oro que tienen estos, pero como avanza la tecnologia solo a conveniencia ;pues que esa conveniencia sea bien dirigida.

Dec 21st
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R.

Enchufado!!!

Oct 1st
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Alexey Vorotnikov Rubatino

Cuando regresa con otro temas??

Aug 16th
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Bruno Loyola

Muy buen podcast

Jul 17th
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Alejandro Alberdi

Buenísimo el podcast!!!

Jun 5th
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Alberto Ramirez Sanchez

genial! muy útil! me encanta este tipo de filosofía!

Jan 21st
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